Me cuesta horrores concentrarme. Me paso las tardes haciéndome tapitas de foie de pato y mermelada de arándanos, o decorando mis carpetas y apuntes. O tratando de recordar cosas, para nada relacionadas con los sistemas distribuidos.




Hoy he subido la memoria de la última práctica, y estoy muy contenta, y con un poco de suerte no tendré que sufrir más con esa asignatura nunca jamás de los jamases. Ya vendrán otras, ya, aguafiestas.
Pues eso, que me concentro fatal. Si no tengo tapones me despisto hasta con el sonido de las cacerolas por el patio, y si los tengo me concentro en ver todo lo que soy capaz de escuchar con ellos puestos. A veces como cosas con ellos, porque todo suena mucho más intenso, y es muy asqueroso, gracias a esta práctica nada recomendable, ya le he pillado manía al queso de untar con especias y no podré comerlo nunca más.
El sitio donde mejor estudio, y quién lo diría, es en casa de P., porque a parte de ser mi persona favorita del mundo, su casa es muy silenciosa, me prepara té de toffee y cosas ricas para comer, y hacemos descansos juntos.
El domingo fuimos al mercadillo de su barrio, que es el mejor que he visto, y he encontrado siempre un montón de cosas guays. P. compró cinco libros por diez euros, y yo encontré unas botas de cowboy de agua con tacón (nunca pensasteis que esta combinación pudiese existir, eh? yo tampoco) por solo siete euros a juego con mi chubasquero de ballenas bebés. Son unas botas vintage, término el cual el zapatero del puesto desconocía y ni le importaba (ay, si supiera lo rico que se haría ahora poniendo solo esa palabra), con su etiqueta de "Certificado composición calzado" naranja. Os acordáis de esas etiquetas? Todos mis zapatos de Los guerrilleros y zapatos El pollito Pancho que me compraban de pequeña la llevaban.
El caso es que estoy muy como el collar que me trajeron los Reyes Magos

Y tengo muchas ganas de que pase un mesecito y que este sea mi plan: