jueves, 13 de octubre de 2011

mncn

El domingo pasado estuve en el museo de ciencias naturales. Tenía muchas ganas de ir desde mucho antes del verano pero siempre lo iba posponiendo. Así que el domingo finalmente allí me planté. Tenía muchas ganas de ir sobretodo para ver el elefante. El elefante fue cazado en una expedición a áfrica en 1913 por en su momento el duque de alba (el mismo padre de la octogenaria que hace unos días ocupaba todas las portadas bailando sevillanas de una forma un poco...rígida), le arrancó los colmillos y se dijo ¿pero qué hago yo ahora con todo este bicho muerto? y todo el pellejo sobrante  lo donó al Museo de Ciencias Naturales, y ahí quedo la cosa. Pero en 1923 un señor llamado Luis Benedicto que estudiaba modernas técnicas de taxidermia provenientes de alemania, descubrió el fardo con todo el pellejo y dijo ¡uy, esta es la mía, aquí voy a hacer yo mi gran obra magna! así que desenfundó los 600 kg de pellejo del elefante y se puso manos a la obra. 

Por lo visto, Benedicto junto con otros hombres de cara antigua de la época decidieron que lo mejor era trasladarlo al jardín botánico, y allí construyeron una piscina en la que curtieron la piel del elefante, porque después de 10 años se había quedado un poco acartonada. 
El caso es que Benedicto, a la hora de ponerse a montar al elefante al más puro estilo ikea, o sea, instrucciones las justas, y al no haber visto un elefante en su vida, no tenía ni idea de por dónde empezar, así que le pidió a un amigo suyo unos dibujines y fue coleccionando recortes de periódico donde algo venía (qué vida esa, sin wikipedia, ahhh). 


El tío muy motivado construyó un armazón de 3.450 Kg utilizando madera, malla  metálica, escayola , un trozo de cráneo del elefante y ojos de cristal. Finalmente recubriría todo con la piel ya curtida y encolada que fue ajustando cuidadosamente, sujetándola con 77.000 alfileres hasta que la cola secase. Por fin, en  abril de 1928, la figura quedó lista para que la piel se colocase. Después solo haría falta que las colas y resinas endureciesen, dar algunos retoques  finales y ya sería posible  su traslado al Museo  para su exposición. En la primavera de 1932 el elefante africano hacía su último viaje por el Paseo de Recoletos y por la Castellana con destino a los Altos del Hipódromo ante la atónita mirada de los transeuntes, esta vez ya como el elefante que había sido.  El coste total de la naturalización fue de 9.834 pesetas.



A mi me fascina imaginarme a los madrileños de la época flipando al ver pasar un elefante por la Castellana en 1930. Pero lo que no sabéis y lo más gracioso es que Benedictus al no haber visto un elefante en su vida, a parte de hacerlo pelín grande (bueno, esto es mi opinión personal, y tened en cuenta que yo elefantes tampoco es que haya visto muchos, pero más que él si) no sabía muy bien como hacerle el pito, y dijo ¡bueno, en peores nos hemos visto! así que cogió un caballo de muestra y así lo hizo. El pobre elefante, porque estaba ya disecado, pero sino me lo imagino ruborizado después de haberse pasado toda su vida con sus genitales internos y ahora descubrirse con toda la parafernalia al aire. 

El caso es que tanta expectación con el elefantito nada más llegar nos lo encontramos a mano izquierda! Lo vimos incluso antes de pagar la entrada! a mi eso me pareció un bluf total, quiero decir, dónde está la emoción de recorrer pasillos para encontrarlo? Pero el bluf más gordo de todos fue encontrarlo empotrado en la tienda del museo (que también es un bluf bastante gordo para ser un museo de ciencias naturales, por cierto) donde el pobre elefante perdía toda la solemnidad entre peluches de monos muy poco realistas. Yo creo que este elefante se merece un emplazamiento mejor, que queréis que os diga. 


Pero no todas las obras de Luis Benedicto han sido ninguneadas como el elefante, muchas otras están en bonitas vitrinas en las que se reproducen sus ecosistemas. Las aves son obra de su hermano Jose María.







1 comentario:

blues dijo...

pero cuánta envidia cochina!

me lo apunto para la próxima visita.