En abril de 2017, pasé unos días en Venecia, y el de las capturas de más abajo fue el apartamento donde nos alojamos, con ese color siena tan bonito que combina tan bien con la puerta y ventanas verdes. Estaba a media hora de la plaza San Marcos caminando, así que realmente nos sentimos muy tranquilos y alejados del bullicio de los turistas.
Por la noche, después de salir de cenar en algún restaurante nos sentábamos junto al rio de San Girolamo al lado del apartamento a beber Bellinis, pero yo solo me mojaba los labios porque estaba llena de deseo. De deseo y de miedos. Pero sobre todo de deseos, de deseo de acunar un cachorro, como hace esa mujer con cara casi de niña que ha aparecido ante la cámara mirona de google maps acunando y velando el sueño del suyo.
Me ha dado mucha ternura ver como en el mismo sitio en el que yo fantaseaba con un hecho concreto pero mucho más abstracto, justo en ese escalón esté una mujer acunando al deseo que -quizás- fue, y que se habrá transformado, mutado, en otros deseos y en otros anhelos diferentes. Así como el mío ha ido mutando una vez se ha visto cumplido.
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