miércoles, 11 de octubre de 2023

Venecia

En abril de 2017, pasé unos días en Venecia, y el de las capturas de más abajo fue el apartamento donde nos alojamos, con ese color siena tan bonito que combina tan bien con la puerta y ventanas verdes. Estaba a media hora de la plaza San Marcos caminando, así que realmente nos sentimos muy tranquilos y alejados del bullicio de los turistas.

Por la noche, después de salir de cenar en algún restaurante nos sentábamos junto al rio de San Girolamo al lado del apartamento a beber Bellinis, pero yo solo me mojaba los labios porque estaba llena de deseo. De deseo y de miedos. Pero sobre todo de deseos, de deseo de acunar un cachorro, como hace esa mujer con cara casi de niña que ha aparecido ante la cámara mirona de google maps acunando y velando el sueño del suyo. 





Me ha dado mucha ternura ver como en el mismo sitio en el que yo fantaseaba con un hecho concreto pero mucho más abstracto, justo en ese escalón esté una mujer acunando al deseo que -quizás- fue, y que se habrá transformado, mutado, en otros deseos y en otros anhelos diferentes. Así como el mío ha ido mutando una vez se ha visto cumplido.

Natalia Ginzburg en "Las pequeñas virtudes" dice que nuestra suerte transcurre en ese alternarse de esperanzas y nostalgias. Y así es. También habla de darse cuenta de las mejores épocas de tu vida cuando ya han pasado para siempre, de comprender que las mayores alegrías de nuestra vida están fuera de la realidad.  Porque no hay nada que te mantenga más viva que el deseo y la esperanza. 
Pero si hay otra cosa que te mantiene viva y espabilada, es ese destellito de luz, ese chasquido de dedos delante de tu cara, que te hace reconocer el tiempo presente como ese momento al que luego volverás y reconocerás como plenitud como dice Alejandro Simón Partal en La parcela. Donde supones que lo pensarás como un tiempo feliz, pondrás tus manos en la nuca, suspirarás y el pensamiento te traerá de vuelta -en mi caso- a ese canal por el que pasaba el rio san girolamo, a la noche de Venecia en silencio, al sabor del bellini, a ese no saber lo que te espera pero quererlo todo. 















 Ahora me daría mucho pudor ir a Venecia, pero me encantaría volver con mis deseos renovados, registrarme en una foto y que en mi cara pueda leer en unos años que sigo deseante de todo. 

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